Las noches despejadas, con un cielo despejado de nubes, nos regalan una vista impresionante de la Vía Láctea, esa majestuosa banda de estrellas que parece dibujar un camino cósmico ante nuestros ojos. Fotografiarla no es solo un acto técnico, es un proceso de conexión profunda con el universo. Es como si, por un momento, estuviéramos siendo testigos de un espectáculo grandioso que ha estado ocurriendo por miles de millones de años, algo tan vasto y antiguo que nos llena de humildad y asombro.